En ese momento se dio cuenta de que sólo era una más: un
pequeño fantasma del pasado, muy pequeño. En tan sólo milésimas de segundo,
aprendió que los castillos en el aire no son buenos y que caer desde tanta
altura tiene sus consecuencias, sobre todo, si no tienes un seguro en el que
apoyarte después. Por fin, le encontró sentido a lo que sus amigas le llevaban
diciendo desde que aquel otro capullo la había hecho pedazos: los príncipes
azules tienen la manía de desteñirse con el paso del tiempo. Y las amigas también,
pensó. Me
confesó que se había jurado a sí misma no volver a confiar ciegamente en nadie.
Decidió olvidar sin queja y amar sin libertad. Y tan sólo a la mañana siguiente
se dio cuenta que las decisiones con alcohol nunca son buenas.
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